martes, 28 de abril de 2009

Surré

Los periodistas estaban agolpados en el portón de la casa de los patrones de Rogelio Luis cuando éste salió sonriente por la puerta marrón de cedro. Enseguida se vio una oleada de flashes que por poco no ciegan a Benita María, la sirvienta de los Moreira, y a la señora Moreira, que miraba iracunda por la ventana de cartulina de la pequeña mansión.

Todo un mundo estaba atento a lo que ocurría en el caso de Rogelio Luis y los niños Moreira; tanto, que los publicistas pagaban el doble cuando sus comerciales eran pasados en el horario del noticiero, que era cuando más se comentaba el caso.

No faltaban periodistas que se postraban ante Rogelio Luis implorando que les concediera una nota, otros optaban por suicidarse para evitarse una negativa del hombre más hermoso del mundo.

—¿Cómo cree que terminará el caso?—, preguntó un periodista vestido de rosa.

—Sé que los otros quieren los puntos, pero vamos a poner todo el empeño para sacar buenos resultados y llevarnos los puntos a casa—, respondió el entrevistado con una sonrisa y un gesto dietético que dieron tapa de revista los tres días siguientes.

Otro periodista, evidentemente fuera de las líneas aceptables —o comprensibles— para los telespectadores, preguntó si consideraba necesario enjuiciar a unos padres por no comprar un producto de “high quality” a sus hijos, y si la medida tomada por él y sus abogados, no era anticonstitucional. El protagonista de los sucesos sonrió irónicamente y le respondió con otra pregunta: “Y esas cosas, a quién le importan?”.

Después de firmar algunos autógrafos y posar con la Miss Rogelio Luis para la revista Temas, con un niño —de ojos llorosos y dedo en la boca— en brazos, agradeció a sus “sponsors” y se despidió anunciando la publicación de su autobiografía, reconocida y declarada por el Ministerio de Cultura y Educación de interés cultural macro-cósmico.

Una semana después de que el Ministerio de las Buenas Costumbres declarase inmoral el uso de salir de noche, el presidente de la república le concedió la tenencia de los niños, quienes fueron enviados a Nadalandia. La niña fue escogida imagen de la bebida alcohólica oficial del Ministerio de Salud, mientras que el niño fue declarado “sex simbol” por el movimiento pedófilo con más popularidad del momento.

La historia de Rogelio Luis terminó trágica, como toda trama de suceso. Después de casarse con la pobre niña rica, decidió suicidarse arrojándose del campanario de la catedral metropolitana sobre una réplica gigante del cuadro “El grito” de Münch, mientras el coro polifónico de la Universidad del Oriente entonaba “fascinación” y tres mil niños con medias y camisetas blancas se ensuciaban bailando el “top ten” del momento en una piscina de petróleo importado de las colonias norteamericanas en Irak, para un comercial de jabón en polvo brasileño. El salto fue perfecto y ganó 10 puntos de casi todos los jurados, a excepción del árbitro venezolano, que se negó a calificarlo.

La muerte de Rogelio Luis fue llorada por diez millones de personas en el panteón de los héroes.


2005

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