domingo, 8 de agosto de 2010

WANDERLUST: La parte de los avipones

Cuca estaba sin remera, con una bermuda y sus descomunales championes. Sentado en la terraza de un restaurant coreano, chupaba las últimas pitadas de su bagulho, y se rascaba una axila donde el aerosol le había rociado accidentalmente, dejándole un rastro de puntitos rojos hasta una de sus tetillas. Me gustaría tirarme del Puente de la Amsitad con un salvavidas para ver qué te va a pasar si te tirás, hermano, te vas a romper el cuello, no digas macanadas.

A dos cuadras, Michelly le pedía fuego a Jenifer, que esta noche era Alberto para cuidadarlas a ella y a las otras travestis. La boca de Michelly se abrió con la forma de la de un pececito y se cerró con la de los labios de una flor carnívora sobre el filtro del pabilo tiñéndolo de rojo sangre, el rojo sangre de su colorete.

Eso era en el Parque Chino, y unos metros más adelante estaban las murallas del Centro Regional, murallas que con el motivo de la Copa América los estudiantes habían pintado con escenas folklóricas de los países cuyas selecciones participarían en la competencia, pero que luego fueron reemplazadas por los anuncios políticos y que ahora estaban impecablemente blancas. “Me estoy descascarando, las capas superpuestas de tinta se van desprendiendo de mí, y estoy medio desnuda”, le hacés decir. Te acercaste con el tubo de aerosol y cuando lo arrimaste a la pared, temblando, la muralla tembló, como si se tratara de un organismo, de un bicho que se eriza con timidez. Era un bicho que te daba el lomo, asumía la postura de un ambu’a, la de un tatú bolita, y sus dientes rechinaban de miedo. Cada vez que el bicho temblaba, te ibas metiendo, uno tras otro, un ladrillo en la boca y lo empujabas con ayuda de la mano garganta abajo; o quizás no, quizás sólo te hayas detenido a contemplar la muralla y te haya parecido poético adjudicarle cualidades animales para que tu gesto cobrara un significado más comprensible; quizás, embadurnando la muralla de metáforas tornabas tu gesto más humano para vos.

Cuca estaba sin remera caminando por los tejados del colegio y cuando lo vimos tenía los ojos fosforescentes, como los de los perros cuando el seguridad le alumbra la linterna a Michelly ésta le tira un beso, mi vida, churro, papito, mostrame tu cachiporra, y Jenifer, no, Alberto, no seas pesada, nde puta, le estira de la miniblusa.

Cuca te está mirando desde el último tejado, parado, con las piernas formando un isósceles. Después se puso a mear en las canaletas, pero yo me reí nomás. Entonces él empezó a grafitear la muralla y nosotras nos quedamos a mirarle, porque parecía que iba a ser lindo, y porque el seguridad iba a prenderle una. Pero cuando el seguridad llegó se sentó en un banco que estaba en la avenida y se puso a fumar con las travestis. Buena onda el grafitti del person, me gustó su divague, y el tipo quemó bulbo cuando me vio grafiteando con él, y nos cagamos de risa. La muralla se contorsiona, hace una ola, ondula, y la tierra tiembla y la cal se desprende de las paredes como zifones de talco, y caen pequeños cascotes, y vidrios multicolores que muestran su viso en los brocales, para que nadie salte, agora já era!

Cuca también parece un bicho, recostado contra la muralla con ambas manos apoyadas en la pared y las piernas flexionadas. Parece un boxeador, no, un nadador, porque está sudado como si hubiese salido recién del agua y apenas tiene diesiséis años pero tiene la barba de un rabino, y su padrastro le pega, por eso dice que cuando trabaje va a reunir plata para irse a Bolivia haciendo dedo. Ya está ya. Pega. Quedó bien. Y las travestis aplaudían, y qué kilombo, el seguridad hizo una mueca de desaprobación pero con un filo de sonrisa que supo a aprobación.

Sugerí una cerveza en la estación de servicio, pero las travestis insistieron en que las acompañáramos. Pero enseguida Cuca desapareció, no supimos cómo, y a mí me pareció buena idea volver a casa nomás, no fuera que la policía pasara o no llegara a tiempo para el trabajo, pero parece que me quemo, que ardo por dentro, como si cientos de burbujitas estallasen ensangrentadas bajo mi piel, una rabia de todo, una inflamación, una erección como si no parara de bombear sangre y me fuera a auto-castrar, pero más bien al revés.

Y VOS, ¿CÓMO TE LLAMÁS? La realidad me la tomo muy enserio, nde. Me encanta cuando leo una novela a lo largo de cuya trama se va ahondando en la personalidad de los personajes, en sus miedos, en sus secretos, en sus miserias y desventuras. Mi nombre es Cuca, te dije. Ya sé, pero vos, ¿CÓMO TE LLAMÁS? (Playback: “Decime cuál cuál cuál es tu nombre”). Yo soy Cuca, ¿y vos? Yo soy Michelly. Alberto, Jennifer para los íntimos. Mateo. JAJAJA, ¿como Mateo Gamarra? ¡Sháke Delfina!

Cada vez que le preguntás a alguien por vos es un llamado de auxilio. “Yo no PUEDO verme bien. No me veo con CLARIDAD y no me veo BIEN. ¿CÓMO ME VES?”.

-¿Cómo me ves?

-Te veo bien.

-¿Enserio?

-Sí, se te nota más feliz, más contento, menos deprimido...

-Sí, ya sé, pero... ¿CÓMO me ves?