lunes, 23 de abril de 2012

Jerovia*



*Jerovia: Del guaraní, creer, dar fé. Texto publicado en la edición Nº 4 de la revista de Comunicación y Arte DEF-GHI, "Religiosidad y Secularización" de Rosario y Tucumán, en el dossier “Dos Siglos entre dos Siglos: Religión y Secularización en Paraguay, de la Colonia Española al Bicentenario, 1811-2011”, curado por Alfredo Grieco y Bavio.



La Unicidad del desierto era como un sueño que no deja dormir
y del cual no es posible despertar”.

Pier Paolo Pasolini, Teorema



Una segunda persona. Su voz es la del consejo, la prescripción, también la advertencia, pero una voz intimidatoria también. Con esta herencia esbozás el contorno de una aflicción apremiante: la presencia subsistente de un resto que te constriñe.
El camino se abre y no hay un lado y otro del camino porque el paisaje es cambiante y andás, como dice O Rappa, “em busca de um desafio poderoso por um instante”. Pensás en formas y formas de caminar, porque debe ser muy distinto el andar del peregrino del andar del migrante –o del fugitivo-, pero no estás seguro. Che cheguata va’ekue (Yo era muy caminador), te dice tu abuelo. Entonces, puede que sea hereditario.
Ésta es la relación de una violencia disimulada; y la segunda persona también disimula algo, o sea, a otro: un yo agazapado[1].



Oñepyrũ: el titubeante horizonte del sacerdocio y la prematura actividad sexual forcejeando: Ambas ocupaciones, dice la doctrina, incompatibles. Por ahí va, más al fondo. Por delante y por detrás. Una segunda persona.
Dios te mira, se lee en el baño del colegio salesiano. Dios te mira más intensamente, disuadiendo impulsos, impulsando tus repliegues. ¿Sentir empatía por el personaje de la película que tiene una epifanía y se entrega al goce? No. Intuir la presencia de una vigilancia constante que retrae la posibilidad.
Hay una segunda persona castradora: Vigila tu masturbación y los signos de tu vicio contra natura. Pero no sólo eso. Cuando tu pasión religiosa deviene agnosticismo, la huella de la culpa –un kusugue- inaugura un rebelarse tímido e ingenuo, pero que cobra potencia; con eso que Vattimo reconoce como “el descubrimiento de una clave interpretativa”[2], como un filtro personal de lectura, pero también de creación.
Así empieza a desenrollarse el camino. “Me sentía como una mota de polvo sobre la superficie triste de la tierra”[3]; el polvo de aquí, cuando se moja, sangra. Esta ficción –decís ficción, pero no en el tono de una militancia, sino para referirte a lo que se hace solapado en los pliegues de una cuestión- antes que mostrarse como detalle de la diferencia, coincide con lo que se hace en otros lugares, en otra fecha, aunque en su parecerse se vele lo endémico, o como quiera llamársele.
Llegás a la plaza. Desprendés la mirada de la estatua. Por veces, pensás, pareciera que las imágenes protagonizan una forma de polución que excede la frontera de lo visual; Javier Zacarías Irún y Sandra McLeod de Zacarías empapelaron el departamento con sus fotografías y mensajes de buenos deseos, pero la celebración del nombre Pa’i Coronel[4], reivindicando una memoria construida, extrapola múltiples campos, y debilita cualquier crítica de su biografía reciente tanto.
De entrecasa: El párroco, el padre Néstor González, cumple años. La celebración constituye no sólo una preliminar para el Día de María Auxiliadora, la patrona del Agro del Alto Paraná (el 24 de mayo, asueto departamental), sino que es marco para una muestra de subordinación: La clase política de Minga desfila ante el pa’i González. Un apretón de manos. La comilona es interrumpida por discursos empapados en anécdotas y adulaciones; la validación del cura no carece de importancia en fechas eleccionarias; así también, muchas políticas municipales estarán sujetas a su venia.
Querés decir: Aquí, la religión ha constituido uno de los artefactos, como forma de circunscribir posibilidades; opinás que ésta se ciñe en gran proporción a la vigilancia de los bienes económicos, pero así estás menguando su alcance.
            Andar en una dirección, o circunvalar un lugar. A veces caminás sin un propósito determinado, o sea, caminás por el gusto de caminar y nada más. Ahora miráte. Mirar la sexualidad sin tanto ruborizarse, aunque sea “bajo los golpes, quizá también providenciales, de la difusión de la pornografía”[5] en la cotidianeidad, o a la emergencia de los debates en la esfera pública, con acciones políticas en relación al género y al cuerpo; allí también, la religión tiene su mediación también.
            (Vattimo tiene una hipótesis con respecto a la relación entre la sexualidad en la vida individual y social en el proceso de secularización:

No sólo, o principalmente, en cuanto que, con el debilitarse de la moral religiosa tradicional, el sexo deviene más libre, sino, sobre todo, en cuanto que tiende a perder aquel aura sagrada –paraíso e infierno del burgués del siglo XIX- que ha conservado también en el psicoanálisis[6].)
           
En la mañana naranja, vos hacés un recorrido paralelo al de la Marcha por la Familia y por la Vida. Niños y adolescentes marchan con sus globos y remeras anaranjadas en las inmediaciones del Lago de la República y el opulento barrio Boquerón coreando el lema “queremos mamá y papá”; reclamando la prohibición del aborto, del matrimonio igualitario y de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. Vos te tocás: ¿Dónde tiene un cuerpo su frontera?, te preguntás. Reza la frase consabida que mi derecho termina donde comienza el derecho del otro, o mi libertad termina donde comienza la libertad del otro. Pero, quizás la defensa de algunos derechos, que se convienen universales, sea ciega a tal punto que se clausura la posibilidad de discutir si los mismos son consensuados, sacralizándolos de forma autoritaria.
            (Beatriz Preciado dice que “es absurdo tener como objetivo conseguir el matrimonio GLTB, frente a las complejidades de las configuraciones postcoloniales, del sexo, y raza. Es preciso atacar esa ficción del matrimonio desde otro lugar que no sea la legalidad”[7]. Creés, sin embargo, que en este lugar, en esta fecha, la asunción de una posición política, en un reducido abanico de posibilidades, podría constituir, de cierto modo, un mojón.)
            En los colegios religiosos, pero también en los públicos, funciona una poderosa maquinaria de vigilancia; sos testigo del infringir temor hacia esa vigilancia, una violencia que juega enmascarada en la moral cristiana.
Aquí, ideología tiene un sentido peyorativo, casi auráticamente peligroso. Cuando dicen “ideología de género”, lo que hacen es neutralizar, desactivar el incendio; las conferencias y manifestaciones de los sectores conservadores alcanzan de refilón al feminismo. El camino de pronto se nubla con paredones de polvo.
            Recordarás: En 2006, el monseñor Livieres presidió la bienvenida al memorable primer día de clase en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional del Este. Qué tiene que decir un papa en la universidad, se pregunta Benedicto XVI. ¿Qué tiene que decir el monseñor Livieres?, te preguntás. Quizás no más de lo que pueda decir en una iglesia, si su intervención se limita a la bendición.
Hasta hace un par de años, las ceremonias de graduación de las diversas carreras de la UNE se realizaban en la Catedral Metropolitana de Ciudad del Este, precedidas de una misa que, aún hoy, a pesar de que las colaciones se realicen en el campus, se siguen oficiando cada año en honor a los colandos[8].
Has dicho: Aquí por veces la moral cristiana es el “artefacto”. A pesar de que el universo local es bastante plural. El discurso cultural autoritario en Paraguay ha buscado resolver las complejidades  que se hacen al interior de las fronteras reduciéndolas; como es el caso del argumento nacionalista que restringe la cultura paraguaya a la fusión entre españoles y guaraníes. Ticio Escobar dice al respecto: 

Paradójicamente, tal concepto termina ignorando que existen –aparte de ciertas comunidades rurales que pueden ser consideradas las únicas herederas de la transculturación colonial- diferentes minorías suburbanas, que, culturalmente, poco deben a tal origen, así como diversos grupos indígenas y una constelación de subculturas de inmigrantes y comunidades religiosas diseminadas por todo el país cuyos imaginarios entran en continuas interacciones conformando reticulados híbridos e inestables y un maremágnum confuso de identidades[9].

El terreno es de disputas: el fenómeno creciente de las iglesias evangélicas (en gran medida de origen brasileño) y su poder mediático matiza las discusiones en torno a cuestiones cuyo territorio diversos sectores se atribuyen como propio; y un movimiento de apóstatas aparece en escena. Aún así, es posible visibilizar creencias y creaciones que se hacen al margen, desde un universo simbólico que podría configurar una forma de resistencia, aunque ésta no fuere deliberada.
(Eventualmente, el perjurio ha sido para algunos una estrategia de salvamento; de cierto modo, negar tu ateísmo también te ha permitido sobrevivir.)
Una mirada a la asunción de Fernando Lugo[10] a la presidencia de la república tampoco podría desvincularse de las relaciones de poder entre las creencias cristianas y el Estado en Paraguay; no se puede ignorar que algunos electores simpatizaban con su origen eclesiástico.
            En la inminencia del bicentenario de la independencia paraguaya, algunos han querido abrir el debate alrededor de lo que es el “ser paraguayo” –pregunta que dada su complejidad no creés que pueda responderse-. Pero aparece uno de los tentáculos de nuestra clausurante ficción de identidad: No sólo la moral católica en Paraguay sino el culto católico, expresado en la forma de la religiosidad popular[11].
Stuart Hall relata que “las culturas nacionales son distintamente una forma moderna”[12], ya que las categorías que identificaban a las personas y las colectividades, como la religión, fueron gradualmente transferidas a la cultura nacional, en las sociedades occidentales. Para Bartomeu Melià, “en Paraguay lo que más se acercaría a una ceremonia ritual verdaderamente comunitaria es la peregrinación a Caacupé, el 8 de diciembre. Pero no es el ideal de todos y todas, aunque expresa simbólicamente para una gran mayoría conductas igualitarias y cooperativas”[13]. Otra vez la marcha.



Decís: El contorno es contingente. Anacronismo, en un sentido –si se puede- imparcial, podría expresar la coexistencia de tiempos en un mismo espacio. Aún así, te permitís juzgar.
En esta especificidad, la intervención de la religión en la escena democrática sigue subordinando subjetividades. Las intervenciones que se dan en el plano político, al igual que en el plano evangélico, tienen sus consecuencias en lo económico y cultural (como las formas de representación tanto en comunidades rurales e indígenas, como en la vida urbana) incluso para quienes no son creyentes.
Benedict Anderson afirma que la nacionalidad y el nacionalismo “son artefactos culturales de una clase particular”[14]. Y en Paraguay, hay quienes quieren hacer aparecer el cristianismo como el catalizador de un sentir nacional[15].
Tu sujeto postcristiano paraguayo camina y trata de ver a través de la opacidad que se despliega en su ruta. Por veces, entrevé los solapamientos, recortando las perspectivas de su cuerpo. Tu propio cuerpo partido.



Damián Cabrera
Minga Guazú, enero de 2011










[1] Decir el conjuro, hablarlo en su tono, te permite creer que algo se puede hacer aparecer, es tu forma de pensamiento mágico.
[2] Gianni Vattimo, “Paréntesis: La cuestión moral”, en Creer que se cree. Paidós. 1ª edición argentina, 1996. p. 90
[3] Jack Kerouac, En el camino. Anagrama. Trad. Martín Lendínez. España, 2007. p. 215
[4] Fundador de la Colonia Puerto Presidente Stroessner, hoy Minga Guazú, y co-fundador de la Cooperativa Minga Guazú, hoy ya disuelta, con la que la comunidad disputa espacios públicos de hecho. Su estrecha amistad con el desaparecido dictador es de público conocimiento.
[5] Gianni Vattimo, op. cit. p. 65.
[6] Gianni, Vattimo, op. cit. p.66
[7] Leonor Silvestri, en “Las políticas del sexo y del deseo”. Entrevista con Beatriz Preciado. Revista de Cultura Ñ. N° 351. 2010. pp. 10-11.
[8] La Constitución Nacional reza en el Artículo 24, De la libertad religiosa y la ideológica: “Quedan reconocidas la libertad religiosa, la de culto y la ideológica, sin más limitaciones que las establecidas en esta Constitución y en la ley. Ninguna confesión tendrá carácter oficial. Las relaciones del Estado con la iglesia católica se basan en la independencia, cooperación y autonomía. Se garantizan la independencia y la autonomía de las iglesias y confesiones religiosas, sin más limitaciones que las impuestas en esta Constitución y las leyes. Nadie puede ser molestado, indagado u obligado a declarar por causa de sus creencias o de su ideología”.
[9] Ticio Escobar. “Cuatro puntos sobre la transición cultural”, en Textos varios sobre cultura, transición y modernidad. Agencia Española de Cooperación Internacional/Centro Cultural Español Juan de Salazar. Paraguay, 1992. p. 65
[10] El presidente paraguayo afirmó adscribir a la Teología de la Liberación.
[11] Aunque ésta sea el fruto de un profundo sincretismo indígena-cristiano e incluso pagano.
[12] Stuart Hall, Identidade cultural. Coleção Memo, Ensaio/Ficção. Fundação Memorial da América Latina. Brasil, 1997. p. 54. Traducción del autor.
[13] Bartomeu Melià, “El crepúsculo del Paraguay” en El Paraguay inventado. Centro de Estudios Paraguayos “Antonio Guash”. Paraguay, 1997. p.105.
[14] Benedict Anderson. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Trad. Eduardo L. Suárez. Fondo de Cultura Económica. México. p. 91
[15] Tal parece ser el caso del vicepresidente Federico Franco.