martes, 26 de junio de 2012

JUICIO POLÍTICO. Narrativas y asimetrías discursivas


Por Damián Cabrera
Asunción, 26 de junio de 2012

1.      Verdades narrativas

El lugar de enunciación tiene ciertas implicancias en el tono de un relato, y éstas hacen de alguna manera a su verdad narrativa; hablar sobre y hablar desde son dos posiciones distintas con asunciones implícitas: El lugar desde el cual se habla reviste el testimonio con su ropaje de subjetividades y preconceptos, pero que aquí están asumidos como intrínsecos del mismo, porque su forma hace a su naturaleza.
Por una vez, el relato de la experiencia vívida no se hace desde el lugar del espectador –a través de los medios masivos de comunicación- sino que elige hacerse desde el lugar en el que algunos actores, en postura de reacción frente a lo que consideran un uso ilegítimo de la ley, apostaron por dar visibilidad a su desacuerdo, a pesar de que los medios corporativos de comunicación han invertido su mayor esfuerzo en hablar sobre la oposición ciudadana con sus consabidas estrategias de invisibilización y desacreditación; o por el contrario, han presentado los hechos con tal carencia de análisis y tan poco esmero que las tensiones se vieron perdidas en lo efímero de la anécdota para muchos.
Pero, quizás como nunca antes, las pujas por el sentido y la discusión por la verdad narrativa entre el testimonio de la ciudadanía y el discurso de los medios de comunicación han sido tan encendidas en el Paraguay. Estas pujas se dan en un contexto en el que se cuenta con otros medios y herramientas nuevas para comunicarse y expresarse, como las redes sociales y los medios digitales de prensa. Y un espacio público de comunicación, y en particular un programa de televisión, se encuentra en disputa entre el gobierno de facto y un  sector de la ciudadanía que lo tomó como bastión: A través del cual, por una vez, se sintió y se vio representado.



El fondo y la forma

            Pensadas como dos categorías distintas, en realidad las funciones de fondo y de forma en una narración son intrínsecas; es decir, el fondo no puede alcanzar realidad alguna sin la forma. A pesar de su bipolaridad aparente, un significado nunca podrá ser representado sino a través de un determinado significante. La ley, que también es un texto, pero que además de su texto tiene una naturaleza –un fondo-, necesita una forma –la forma de aplicación de la ley-, de la cual es inseparable: Toda vez que se manipulen los principios de la ley ésta se desnaturaliza.
            Si la legalidad hace a los ropajes jurídicos de un procedimiento, la legitimidad da cuenta de la naturaleza fundada de una acción. La ley y la forma de aplicación de la ley son inseparables, por lo mismo, toda ley cuya naturaleza y procedimientos son arbitrarios no sólo es ilegítima sino también ilegal, porque la legitimidad y la legalidad no pueden excluirse mutuamente.



2.      La trama


Perder el juicio

            En un procedimiento revestido de legalidad, Fernando Lugo fue destituido de la presidencia de la República del Paraguay en menos de 17 horas, a través de un juicio político que ignoró los principios jurídicos, simulando ofrecer las garantías para una justa defensa. La Constitución Nacional contempla el juicio político, del que pueden ser sujetos los tres poderes del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial), por mal desempeño de sus funciones o por delitos flagrantes. Los abogados de Fernando Lugo contaron apenas con dos horas para argumentar en su defensa, contra acusaciones de hechos que se desarrollaron a lo largo de cuatro años, y que implicaron la participación de miles de personas, y cuyas pruebas se basaron –aunque parezca jurídicamente irrisorio- en titulares de periódicos.
            Las causales de acusación fueron un atentado a la inteligencia de la ciudadanía. Se le atribuía a Lugo la responsabilidad sobre la masacre de Ñacunday, cuando en realidad la intervención se dio mediante una la orden de la Fiscalía y del Poder Judicial (inclusive hay una nota firmada por el propio acusador de Lugo, Oscar Tuma, en la que éste solicita la intervención del Congreso para el desalojo de unos campesinos que ocupaban una propiedad en litigio entre el Estado y el señor Blas N. Riquelme).
            Semanas antes del juicio político, la ciudadanía le dio un duro golpe a los senadores y diputados al frenar, a través de una manifestación pública, el desembolso de unos 50 millones de dólares al Tribunal de Justicia Electoral para que operadores de los partidos políticos inscribieran a la ciudadanía con miras a las próximas elecciones en 2013. No se pudo lograr, sin embargo, el desbloqueo de las denominadas “listas sábanas” que no permiten elegir a diputados y senadores individualmente sino en grupos partidarios. Esto es lo que posibilita que personas como Calé Galaverna sean prácticamente inamovibles en sus cargos, a pesar de su casi nula popularidad entre los electores. Según la diputada por el partido Tekojoja, Aida Robles –la única en votar contra el juicio político en la cámara de diputados-, el recorte de 50 millones de dólares para operadores políticos fue lo que motivó el pedido de destitución de Fernando Lugo.
            Sobre el caso Curuguaty, tanto la Liga de Carperos, como la Organización de Lucha por la Tierra, declararon que el grupo de campesinos no formaba parte de ninguna de estas nucleaciones, y sospechan seriamente de que se trate de un montaje para sacar réditos políticos.



Acusador y defensor

            Adolfo Ferreiro, defensor de Fernando Lugo en el juicio político, ha escrito uno de los capítulos de la historia del derecho que sin duda alguna servirá como un ejemplo lúcido para estudiantes de derecho tanto de Paraguay como de todo el mundo. Ferreiro comparó el juicio político contra el presidente con los juicios que se llevaban a cabo durante la dictadora de Alfredo Stroessner, e incluso con los juicios stalinistas de Praga, que estaban revestidos de legalidad, aunque de legales sólo tuvieran los ritos, y en los que había una sentencia previa.
            Pero, ¿cómo fue esto posible? Vivimos, según Adolfo Ferreiro, bajo la “soberbia de la ignorancia”. Y en un momento propicio para el debate, las voces intelectuales que producen pensamiento crítico son inaudibles. Ni siquiera el sector a favor del juicio político, que en apariencia tiene la venia de los medios de comunicación privados, fue capaz de articular un discurso razonable para fundamentar la intervención del Congreso.



El problema de la tierra

            Decís: El Paraguay tiene profundos problemas vinculados a la tenencia de la tierra. Pero, ¿por qué la tenencia de la tierra sería un problema? Las estadísticas revelan que el 2,6% de la población ostenta el 85,5% de las tierras en Paraguay. Pero, si bien estos números hablan de una distribución desigual de la tierra, no dan cuenta, por sí solos, de los conflictos que genera esta condición, puesto que la agricultura requiere de grandes extensiones de tierra, y las áreas urbanas tienen mayor densidad demográfica. Pero otros elementos complejizan la cuestión: La mayoría de esas tierras está en manos de extranjeros, como los alrededor de 300.000 brasileños y descendientes de brasileños que viven en el Paraguay, mientras que entre 100.000 y 300.000 campesinos sin tierra reclaman su derecho constitucional a la misma.
¿Y en qué se ocupa esas grandes extensiones de tierra? La mayor parte se dedica al monocultivo extensivo de la soja transgénica mecanizada. La misma requiere poca mano de obra y a su vez ha sido señalada como muy agresiva para con el medio ambiente. De hecho, todo lo que hace menos de cien años era el bosque atlántico del Alto Paraná, hoy es una alfombra verde y homogénea de soja, apenas contrastada con manchones de pastizales y algunos cultivos alternativos como el trigo, el sorgo o el girasol.
Pensás: El problema reside en que un gran sector de la población, sumamente empobrecido, con una larga tradición de lucha por el acceso a la tierra (un derecho garantizado por la Constitución Nacional de Paraguay) ha sido vaciado de su ser agricultor, ha perdido sistemas de producción tradicionales, ha perdido semillas milenarias que formaban parte de su cultura agrícola, heredada de la agricultura Guaraní. Comunidades rodeadas por campos altamente mecanizados, se hallan culturalmente excluidas y aisladas de otras comunidades con las cuales podrían desarrollar sus cosmovisiones, sin mencionar que muchas de ellas nunca han tenido acceso a servicios básicos de salud, educación y obras públicas.
A diferencia de los procesos de industrialización que terminaron en la explosión de las metrópolis latinoamericanas como Sao Paulo, México o Buenos Aires, las ciudades paraguayas no han tenido una historia industrial intensa, por lo que los procesos de des-ruralización supusieron además el movimiento de grandes masas de desocupados, principalmente a la capital Asunción y a Ciudad del Este, donde conformaron grandes cinturones de pobreza con multitudes dedicadas a ocupaciones informales o subocupaciones temporales que se volvieron permanentes.
En ese contexto, y no en otro, Lugo asciende al poder generando la primera alternancia en más de 60 años, y comprometido con las organizaciones campesinas a las que había apoyado en su lucha por la tierra, ya como obispo del departamento de San Pedro, uno de los más pobres del país.



3.      Medios públicos y medios corporativos: Asimetrías del poder discursivo

            En la era de la información, los medios de comunicación han estructurado el espacio de la expresión de manera que el discurso de quienes emiten la información se instale de manera poderosa, limitando la capacidad de respuesta del espectador; esto por la naturaleza misma de los medios masivos convencionales (televisión, radio, prensa escrita), cuyo costo de producción elevado es un primer obstáculo para la puesta en circulación de sentido de aquellos que tienen menos poder económico.
Martín Hopenhayn señala dónde residiría el problema de las asimetrías que existen entre emisores y receptores:

“La cultura se politiza en la medida que la producción de sentido, las imágenes, los símbolos, íconos, conocimientos, unidades informativas, modas y sensibilidades, tienden a imponerse según cuáles son los actores hegemónicos en los medios que difunden estos elementos. La asimetría entre emisores y receptores en el intercambio simbólico se convierte en un problema político, de lucha por ocupar espacios de emisión/recepción, por constituirse en interlocutor visible y en voz audible” (Hopenhayn, 2000: 72).

            Durante la manifestación contra el juicio político en la plaza del Congreso, muchos manifestantes abuchearon a periodistas televisivos calificándolos de “terroristas”, como reacción a lo que consideraban una representación de sí mismos sesgada por prejuicios y estereotipos. En la aparente escena diversa, los medios, presionados por sectores políticos, han instalado una polarización desactivadora de la movilización. Para estos medios, aquél que no está con uno está contra uno: aquél que no es de derecha es zurdo, éste bolchevique, aquél burgués, el otro haragán.
            Habiendo visto la movilización desde la plaza, considero que la representación que hicieron los noticieros de la misma no sólo no es fiel sino que es prejuiciosa, estereotipante y clausurante; esto hace pensar en una acción programática de los medios, aunque ésta no sea consciente para los informadores: Una acción, aunque no sea programática, puede poner a los sujetos en una condición determinada que propicie una acción o construya representaciones poco favorables. Y es que “al referirse al desorden, la descomposición y la informalidad, los medios y el “sentido común” suelen pensar en los sectores pobres o marginados”. (García Canclini, 2005: 192). Los medios insistieron en calificar la manifestación contra el juicio político como llena de “disturbios y actos de violencia”; señalaban la presencia de francotiradores, etc., además de los consabidos motes que desde la dictadura stronista se han instalado en el repertorio discursivo de la prensa local: “comunistas”, “izquierdistas”, “zurdos”, y ahora “luguistas” o “chavistas”. Aunque la sola posición política no implique necesariamente un descrédito, hay que señalar lo incómodas que se sienten las personas al ver su identidad clausurada de esa manera, lo que en sí podría constituir una maniobra de desaliento.
            En el intersticio de las polarizaciones, aparecen aquellos que son críticos con la gestión o la figura de Fernando Lugo, pero que reconocen en el juicio político un “golpe revestido de legalidad”. ¿Cómo situarse de un determinado lado como estrategia de presión si existe la posibilidad de la investidura identitaria de “comunista” o “zurdo”? A esto se le suma la manera en que los manifestantes, en un procedimiento metonímico, corean el nombre de Lugo como sujeto representante del agravio del parlamento, cuando en realidad la afectada fue la institucionalidad y la democracia. Pero hay que comprender que en las puestas en escena se habla con rodeos, y es necesario distinguir la persona del ícono, el sujeto del mito. “El mito no es un enunciado directo o “expresión” de las ideologías o de las cosmovisiones dominantes en una sociedad dada, sino los medios o el medio de una interacción ritual y simbólica entre los individuos y la sociedad” (VanDijk: 157). Por eso cuando los manifestantes dicen “Lugo sí, otro no”, hablan de las relaciones de fuerza; de la confianza depositada en un proceso democrático cuyo flujo fue cortado por el poder casi imparable del Congreso.
            Después de la destitución de Lugo, los canales privados de televisión transmitieron el programa de Marcelo Tinelli, el reallity “Rojo, el valor del talento”, películas, etc. No hubo un solo canal que se ocupara de reflexionar acerca de los hechos recientes.
            Inmediatamente después del golpe, Cristian Vázquez, encargado de prensa de la vicepresidencia, irrumpió en la sala de control de la TV Pública solicitando la grilla de programación y preguntando cómo hacer para suspender la programación. Sin agresión física, pero en un gesto que sin duda alguna es amedrentador y censor, Cristian Vázquez preguntó puntualmente por un programa: “Micrófono abierto”, un espacio en el que la ciudadanía puede poner su voz, con todo lo que esto implica: Convertirse en emisor, poner en circulación una voz autorrepresentativa sin editar.
            Al día siguiente, la calle de la TV Pública fue tomada por un sector de la ciudadanía que reconoció en este espacio una clave expresiva que –además del trabajo estético de producción llevado a cabo por Marcelo Martinessi- proporciona al espectador la posibilidad de constituirse en actor de sí mismo.
            Y resulta que, además, el acceso a un medio de puesta en circulación de sentido posibilita a determinado sujeto o sector construir su propia legitimidad. Néstor García Canclini señala de qué manera se concibe la cultura una de sus interpretaciones:

“como una instancia de conformación del consenso y la hegemonía, o sea de configuración de la cultura política, y también de la legitimidad. La cultura es la escena en que adquieren sentido los cambios, la administración del poder y la lucha contra el poder. Los recursos simbólicos y sus diversos modos de organización tienen que ver con los modos de autorrepresentarse y de representar a los otros en relaciones de diferencia y desigualdad, o sea nombrando o desconociendo, valorizando o descalificando” (García Canclini, 2004: 37)

            Pero para García Canclini, la cultura también puede ser vista como “dramatización eufemizada de los conflictos sociales” (García Canclini, 2004: 38); y en los medios, sean éstos opositores o simpatizantes de determinado discurso, se pueden identificar las puestas en escena que contribuyen con “la conformación del consenso y la hegemonía, porque estamos hablando de luchas por el poder, disimuladas o encubiertas” (op. Cit.).
            El discurso de los opositores al juicio político también establece analogías. Se identifica el proceso actual con la dictadura stronista. Y es que, a pesar de la forma que los acusadores asumieron para el juicio, las acciones simultáneas al mismo y posteriores a éste provocaron en muchos una sensación de déjà vu. Porque la cultura stronista tiene su estética y sus ritos.

“Al cruzar, desaforada y voraz, esta escena inerte, la propuesta stronista de Progreso avanzó depredando la ecología, el patrimonio histórico y las identidades étnicas e intentando desesperadeamente homogeneizar la memoria y los deseos colectivos sobre el fondo real de discriminaciones y diferencias brutales” (Escobar, 1992: 30).

 

4.      Lo permanente y lo reversible

            Reflexionando acerca de lo que supuso el gobierno de Lula da Silva en Brasil para la política del país vecino, Suely Rolnik sugiere que, por más que le sucedan gobiernos con una línea política más conservadora, ese proceso dislocó posiciones y abrió la escena de una manera de tal modo efectiva, que quizás éste sea irreversible. Pero me pregunto si el proceso, iniciado con la caída de Stroessner y que desembocó en la alternancia en el poder con la asunción de Fernando Lugo, posibilitó alguna dislocación en la orientación de las políticas y si, fundamentalmente, activó el deseo de múltiples sectores de manera que el proceso se haga permanente. Quizás el poco tiempo de un solo periodo de gobierno –interrumpido de manera ilegítima con los ropajes de la legalidad corrompida- no haya sido suficiente, y la escena todavía sea flexible para la transformación de las orientaciones. Pero considero importante superar las polarizaciones básicas e invertir esfuerzos por establecer coincidencias que nos permitan desdibujar las cartografías opresoras del poder de modo que el terreno –abierto a las confrontaciones y oposiciones que supone la diversidad cultural, nacional y política- sea más amable con la diferencia y más coherente en su forma con la naturaleza de lo que reconocemos como democracia, y que en este momento desde diversas direcciones pretendemos defender.



BIBLIOGRAFÍA

García Canclini, Néstor. 2004. “La cultura extraviada en sus definiciones” en Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de la interculturalidad. (Buenos Aires, Argentina: Gedisa Editorial)

García Canclini, Néstor. 2005. “El papel de la cultura en ciudades poco sustentables”, en Diversidad cultural y desarrollo urbano, Allende Serra, Mónica (ed.) (Sao Paulo, Brasil: Editora Iluminuras Ltda.)

Hopenhayn, Martín. 2001. “¿Integrarse o subordinarse? Nuevos cruces entre política y cultura”, en Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización. Daniel Mato (comp.). (Buenos Aires: CLACSO).

VanDijk, Teun A. sf. “Contenido de los medios de masas. El estudio interdisciplinario de las noticias y el discurso”, en Metodologías cualitativas de investigación en comunicación de masas, Jensen, K. R. y N. W. Jankowski. (Bosch: Comunicación).

Barbero, Jesús Martín y Ana María Ochoa Gautier. 2001. Cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización. (Buenos Aires, Argentina: CLACSO).

Escobar, Ticio. 1992. “El lugar de la cultura” en Textos Varios. Sobre cultura, transición y modernidad. (Asunción, Paraguay: Agencia Española de Cooperación Internacional. Centro Cultural de España Juan de Salazar).

sábado, 16 de junio de 2012

Sobre el caso Curuguaty y los medios de comunicación



Es la hora encendida, los sentires también se incendian y en medio de la consternación cuesta ver con claridad; nos cuesta prestar atención a los acontecimientos en su detalle, aturdidos por los hechos de violencia, y cuesta mucho más aún esbozar una reflexión, con la indignación agitada por los medios de comunicación, cuando éstos, quizás adrede, reducen el acontecimiento a un hecho de violencia más en la escena de tensiones crecientes. Y es que la mayoría de los medios locales imitan burdamente cierto periodismo –común, por ejemplo, en Argentina- al que le da por detenerse superficialmente en el hecho, juzgando desde los valores de un grupo particular de poder al que representa el medio, sin tomarse el trabajo de hurgar en los fondos, o ignorándolos deliberadamente.
Un espacio abierto a múltiples subjetividades, grupos sociales, naciones –una escena con mapas y territorialidades superpuestas-, como es el caso de los departamentos paraguayos fronterizos con el Brasil, es susceptible de tensiones, porque, en sus intentos por consolidarse en la escena, los anhelos chocan unos con otros, y cuando no es posible encontrar la coincidencia, la tolerancia aparece comprometida. Pero basta mirar la historia, inclusive la más reciente, para comprender que las coexistencias no tienen por qué ser armónicas, no es una regla: Lo diferente existe hostilmente, sobreviviendo su espacio según sus potencias.
En el origen era el “infierno verde”. El bosque atlántico que se consideraba inagotable, fue escenario de explotaciones en los obrajes y yerbales, bajo el yugo de la Industrial Paraguaya, la Matte-Laranjeira, con un sistema esclavista apoyado por el Estado paraguayo; las tierras en cuestión fueron luego heredadas, de manera arbitraria, por personas y empresas cercanas al dictador Alfredo Stroesner, como beneficiarios ilegítimos de una “reforma agraria” que quizás se pueda pensar como los primeros fuegos de los conflictos en Curuguaty, y en otros distritos, que estallaron de manera convulsiva estos días. Pero hay que subrayar que los conflictos por la tenencia de la tierra en la frontera –y en todo el Paraguay- no son recientes, datan de por lo menos cien años.
Silvia Rivera Cusicanqui sugiere que a veces lo acallado puede estallar de modo “catártico e irracional”. ¿Se puede justificar la violencia? Los medios de comunicación hablan de una ola de violencia, pero, ¿violencia contra quiénes? ¿No era de esperar que luego de cien años, en cualquier momento, la indignación estallara de modo “catártico e irracional” en cualquier momento? Esto si pensamos que los campesinos paraguayos –los campesinos pobres- son un sector excluido de la población.
Los medios de comunicación aún tienen el descaro de desautorizar la identidad de la gente. Oscar Acosta, Carlos Báez, Sanie López Garelli, Yolanda Park –por citar algunos de los conductores de telenoticieros más vistos en el país- dicen “supuestos campesinos”, “autodenominados campesinos”; aunque ellos lo repitan ingenuamente, hay que entender que es una estrategia de desacreditación programática. Yo me animo a nombrar del otro lado, del lado de la soja, al “autodenominado sector productivo del Paraguay”, a los “supuestos productores”.
El monocultivo extensivo de la soja, que ya no tenía espacio en el Brasil, se abrió camino por Canindeyú, y a lo largo de toda la frontera. Durante el gobierno de Stroesner se crearon las principales condiciones para este ingreso: La eliminación de la Ley de frontera, la construcción del puente de la Amistad, la construcción de la Ruta Internacional Nº 7, e Itaipú.
Bartomeu Melià hace una etimología de la palabra “colonia”, y la vincula con palabras como cultivo, culto y cultura, “derivadas del verbo colo, que significa “yo trabajo o yo trabajo el campo””. Literalmente, pero también como metáfora de un modo de estar en el mundo, el habitante que trabaja una tierra pasaría a buscar más tierra para cultivarla, es decir, para colonizarla. Melià advierte que la historia ha demostrado que la acción colonizadora ha supuesto la dominación económica y política, y la negación de las otras culturas; explotación, dominación y negación por la pretensión de universalidad de las culturas colonizadoras. El discurso del colono en el Alto Paraná (de cualquier nacionalidad, incluso de los colonos paraguayos) se escuda en la supuesta infalibilidad moral de su deseo de trabajar (“que nos dejen trabajar tranquilos”); los grupos subalternos con los que disputa territorio –campesinos sin tierra, carperos, paraguayos, indígenas- carecerían de ese deseo de trabajar y serían representados, estigmatizados casi, como “haraganes”. Tanto el valor que se le asigna al trabajo, así como los modos de trabajar, de producir, de colonos, paraguayos e indígenas son distintos: esta sería la principal estrategia de desacreditación de sus enemigos. Pero “el verdadero colonizador piensa que él es la cultura, y el camino que él recorrió lo tendrán que recorrer los otros más tarde o más temprano”.
A los haceres se les asignan valores distintos, no sólo desde el punto de vista de la economía de la producción sino desde el punto de vista del sentido; el valor que se le asigna al trabajo tiene que ver con cosmovisiones distintas.
¿Cómo puede la tierra no ser suficiente para modos de hacer “poco productivos” en manos de poca gente y a su vez ser insuficiente para prácticas “altamente productivas” en manos, también, de poca gente? ¿Debe ser la “alta capacidad productividad” el único criterio para tener derecho a ser en la tierra?
            En apariencia, para el autodenominado “sector productivo del Paraguay” el bosque retrasa el progreso. Ésta es una representación stronista que ha sido eternizada por el discurso del sector, y el de los medios de comunicación con mayor presencia en el país –algunos de cuyos propietarios están bajo fuertes sospechas de haber sido beneficiarios ilegítimos de la seudo-reforma agraria stronista-.
Hoy se señala los supuestos peligros del bosque como escondrijo de “grupos ideologizados y subversivos”, puestos en clave de insólito, cuando en realidad, en el Paraguay siempre han existido guerrillas, y el territorio fronterizo tiene una historia de más de cien años de disputas territoriales entre campesinos, indígenas y terratenientes de procedencia diversa. Evidentemente, estos procesos son ignorados de forma deliberada. Aquí, la palabra “ideología” tiene un sentido peyorativo, casi auráticamente peligroso.
Las disputas territoriales no se reducen a la disputa por la tierra, estos conflictos también se tratan de una lucha por los sistemas de producción. Y puede parecer irrelevante, pero el sentido que construyen los medios de comunicación y el valor que se le asigna a cierto modo de estar y hacer invisibiliza la diferencia. Los campesinos paraguayos fueron vaciados de su ser agricultor, y ahora no sólo necesitan tierra, sino deben tener derecho a acceder a sistemas de producción, o quizás recuperar sistemas que les sirvan.
En los límites que dibuja la soja transgénica de Monsanto, acopiada por Cargil y ADM, hay que hacer memoria, y por lo menos nos queda la capacidad de indignarnos cuando vemos los conflictos de larga data traducidos a evento para el entretenimiento de los espectadores sobreestimulados por el morbo. He aquí que los medios de comunicación nos subestiman, y hablan de una supuesta ola de violencia en la frontera, que nunca llega, y que nos asfixia en la espera: Los megafónicos mapas del progreso que son la piel o la camisa de fuerza que habitamos.
¿Podemos gritar más fuerte que los medios de comunicación y la ingenuidad de quienes ignoran los cien años de subordinación de los campesinos paraguayos y que solicitan, como reverbero de los medios, la renuncia de Fernando Lugo, como si eso fuese a solucionar la cuestión?
            Neutralizar, azuzar y vilipendiar, estigmatizar, neutralizar e invisibilizar. ¿Para qué? ¿Para instalar en el centro de la escena los modos de ser y producir legítimos?: Cultivar la soja es la acción de irrumpir y producir desplazamientos.
            ¿Cómo no sentir lástima por quienes han fallecido, tanto campesinos como policías? Pero no hay que quedarse en la anécdota. Me pregunto: ¿Qué hacer cuando no se  puede recuperar de manera legal tierras adquiridas de manera ilegítima? Los paraguayos se han sorprendido a sí mismos al manifestarse en el “after office revolucionario”, porque son víctimas de los medios que insisten en representarlos como políticamente apáticos; pero los campesinos e indígenas han hecho caso omiso de esta representación clausurante, y siempre han insistido en ser reconocidos como ciudadanos, manifestándose y reclamando visibilidad.
            Claro que estamos dolidos. Pero aunque la violencia me cause repulsión, no puedo evitar con-miserarme, ponerme del lado de la miseria de aquél que ha sido burlado por tanto tiempo y que de pronto se hartó, y ponerme del lado de la tristeza de quienes han perdido a un ser querido que simplemente funcionaba para el Estado, y para otros poderes que él mismo ignoraba.
El cielo es negro-carpa, y dormimos en la intemperie.


Damián Cabrera
16 de junio de 2012

lunes, 11 de junio de 2012

COMO UN VIRUS

*Publicado en la edición Nº 20 de la revista/espacio de expresión cultural El tereré, de Minga Guazú, en febrero de 2012.


En la corteza de la célula se aloja un cuerpo extraño, un organismo que prolifera ahí, y escinde lo que aparecía completo y cerrado: Para que gane el amor querés que el virus abra una hendidura en la célula, y la mate con su cópula. La imagen de un espacio de presencias difuminadas que pulsan por corporizarse –como fantasmas que parpadean en su intento por hacerse carne- es arrojada como una de las representaciones que se hace de la escena fronteriza del Este, que en el curso de su historia, reciente tanto, ha sido atravesada por múltiples territorialidades y grupos sociales de procedencia diversa que la han elegido como hogar o como lugar de paso en su tránsito hacia dónde; y que en la última década ve una explosión en slow motion de subjetividades, ectoplasmas, que desean inscribirse en el espacio, y hacerse cuerpo; alojarse en la célula para sobrevivir, produciendo sentido, significando, para que el hogar elegido sea un hueco a la medida del que lo habita.
            Pero un espacio abierto a múltiples subjetividades, grupos sociales, naciones –una escena con mapas y territorialidades superpuestas- es susceptible de tensiones, porque, en sus intentos por consolidarse en la escena, los anhelos ajenos pueden chocar con los de uno, y cuando no es posible encontrar la coincidencia la tolerancia parece comprometida. Nadie quiere perder porque sacrificar el anhelo propio es convertirse en la célula que morirá bajo el acoso del virus que también quiere sobrevivir; por eso es un momento de amor y de destrucción, de rosa atacada por el gusano, de tejido entregado como alimento al huésped.
            Además, entre todos los programas existen relaciones de fuerza: Porque algunos actores con mayor poder de producción de sentido y de puesta en circulación del mismo tendrán mayores oportunidades para hacerse audibles y de instalar su voz.

“La cultura se politiza en la medida que la producción de sentido, las imágenes, los símbolos, íconos, conocimientos, unidades informativas, modas y sensibilidades, tienden a imponerse según cuáles son los actores hegemónicos en los medios que difunden estos elementos. La asimetría entre emisores y receptores en el intercambio simbólico se convierte en un problema político, de lucha por ocupar espacios de emisión/recepción, por constituirse en interlocutor visible y en voz audible” (Hopenhayn, 2000: 72).

            No siempre ocurre así, pero podría llegar a ser preocupante el que la capacidad de producción de sentido y su puesta en circulación esté supeditada a la producción económica; porque opinás que las reglas de juego del Mercado no son tan “amigables” como a veces se muestran. Cuando en una reunión para discutir la modificación de la malla curricular de la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional del Este la directora académica decía que “la educación debe responder a las necesidades del Mercado”, una profesora tuya, a la que le tenés mucha estima, le respondía que “la educación debería responder a las necesidades de la sociedad”. Puede parecer demasiado romántico, pero no deja de alimentar tu inquietud.


La lengua que hablo

            Estas pujas por la producción y puesta en circulación de los sentidos se hallan inscriptas en un entramado que se complejiza al contemplar la diversidad lingüística en la que se llevan a cabo; el escenario es polifónico, y podría hacer pifiar la voz única de una autoridad altisonante que opacara las demás voces; sin embargo, existen presencias autoritarias más audibles cuyos sentidos subordinan la producción de grupos subalternos.
            En ciertos campos semánticos, la conjunción poder económico, una determinada lengua, y la capacidad de agencia constituyen una nueva fuerza que aparece no sólo colonizando los otros sentidos sino como autoridad colonial de hecho.
            La dicotomía castellano/guaraní, en su relación diglósica, cobra otros matices frente a la presencia del portugués principalmente, y en menor medida frente a algunas lenguas indígenas y diversas lenguas de las colectividades de inmigrantes en el Alto Paraná.
            El portugués como lengua del coloniaje disloca los sentidos y consolida una ideología que se halla implícita no necesariamente en la lengua sino en el modo de hacer y estar de una Mayoría de sus hablantes –mayoría no en el sentido de cantidad sino en señal de su fuerza autoritaria-; en el habla cotidiana las señales de esta dislocación ofrecen oportunidades creativas –porque siempre ha habido mezclas, y la idea de “pureza”, de identidad previa impoluta es un constructo muy fácil de desestabilizar-, pero también construye relaciones subordinantes y hace que el hueco del hogar elegido sea habitable sólo de una manera, excluyendo otros modos de estar en el lugar.
            ¿Calificarlos como mejores o peores? ¿Cómo puede la tierra no ser suficiente para modos de hacer “poco productivos” en manos de poca gente y a su vez ser insuficiente para prácticas “altamente productivas” en manos, también, de poca gente?
            Vos creés que la “productividad” no puede ser el único criterio para tener derecho a ser en la tierra, y que “adaptarse” es elegir la posición pasiva de la célula que será muerta por el virus que la corroe.



Célula herida

            Se puede tratar de reubicar aquello que ha sido sacado de sitio, pero no siempre se puede; se abre la huella en la tierra y al tratar de encajar el pie en el hueco que él mismo ha hundido, éste no se acomoda, aparece, de pronto, deformado; el pie de la hermanastra no entra en el zapato, y le cortan el talón, que ya no es pie completo, ya no es el mismo, y derrama sangre por las comisuras del cristal.
            Las intervenciones que actores inscriptos en diversas subjetividades y pertenecientes a distintos grupos sociales llevan a cabo en el espacio que les ha tocado o han elegido vivir, el sentido que asignan y que construyen cada día, tienen una fuerte dimensión política; lo que en política es coyuntural, las dislocaciones que genera un cambio en política, tienen una ingerencia a su vez en lo político. Entendés la política como una de las escenas de lo político en la que se disputan poderes, y que pueden cambiar de un día para otro según la fuerza que tengan las presencias de autoridad en la puja; pero lo que se disloca en el ámbito de lo político, es la herida que no se puede cerrar.
            Pero, ¿y si se cierra? Entonces hay que picar con insistencia, porque el tejido a veces es diestro para regenerarse; y si se desaloja el virus, la cicatriz puede volverse imperceptible. Aunque vos sabés que el silencio del virus no es sólo signo de muerte, porque a veces entra en estado latente, y, por suerte, siempre puede despertar.






BIBLIOGRAFÍA


Hopenhayn, Martín. 2001. “¿Integrarse o subordinarse? Nuevos cruces entre política y cultura”, en Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización. Daniel Mato (comp.). (Buenos Aires: CLACSO).