lunes, 11 de junio de 2012

COMO UN VIRUS

*Publicado en la edición Nº 20 de la revista/espacio de expresión cultural El tereré, de Minga Guazú, en febrero de 2012.


En la corteza de la célula se aloja un cuerpo extraño, un organismo que prolifera ahí, y escinde lo que aparecía completo y cerrado: Para que gane el amor querés que el virus abra una hendidura en la célula, y la mate con su cópula. La imagen de un espacio de presencias difuminadas que pulsan por corporizarse –como fantasmas que parpadean en su intento por hacerse carne- es arrojada como una de las representaciones que se hace de la escena fronteriza del Este, que en el curso de su historia, reciente tanto, ha sido atravesada por múltiples territorialidades y grupos sociales de procedencia diversa que la han elegido como hogar o como lugar de paso en su tránsito hacia dónde; y que en la última década ve una explosión en slow motion de subjetividades, ectoplasmas, que desean inscribirse en el espacio, y hacerse cuerpo; alojarse en la célula para sobrevivir, produciendo sentido, significando, para que el hogar elegido sea un hueco a la medida del que lo habita.
            Pero un espacio abierto a múltiples subjetividades, grupos sociales, naciones –una escena con mapas y territorialidades superpuestas- es susceptible de tensiones, porque, en sus intentos por consolidarse en la escena, los anhelos ajenos pueden chocar con los de uno, y cuando no es posible encontrar la coincidencia la tolerancia parece comprometida. Nadie quiere perder porque sacrificar el anhelo propio es convertirse en la célula que morirá bajo el acoso del virus que también quiere sobrevivir; por eso es un momento de amor y de destrucción, de rosa atacada por el gusano, de tejido entregado como alimento al huésped.
            Además, entre todos los programas existen relaciones de fuerza: Porque algunos actores con mayor poder de producción de sentido y de puesta en circulación del mismo tendrán mayores oportunidades para hacerse audibles y de instalar su voz.

“La cultura se politiza en la medida que la producción de sentido, las imágenes, los símbolos, íconos, conocimientos, unidades informativas, modas y sensibilidades, tienden a imponerse según cuáles son los actores hegemónicos en los medios que difunden estos elementos. La asimetría entre emisores y receptores en el intercambio simbólico se convierte en un problema político, de lucha por ocupar espacios de emisión/recepción, por constituirse en interlocutor visible y en voz audible” (Hopenhayn, 2000: 72).

            No siempre ocurre así, pero podría llegar a ser preocupante el que la capacidad de producción de sentido y su puesta en circulación esté supeditada a la producción económica; porque opinás que las reglas de juego del Mercado no son tan “amigables” como a veces se muestran. Cuando en una reunión para discutir la modificación de la malla curricular de la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional del Este la directora académica decía que “la educación debe responder a las necesidades del Mercado”, una profesora tuya, a la que le tenés mucha estima, le respondía que “la educación debería responder a las necesidades de la sociedad”. Puede parecer demasiado romántico, pero no deja de alimentar tu inquietud.


La lengua que hablo

            Estas pujas por la producción y puesta en circulación de los sentidos se hallan inscriptas en un entramado que se complejiza al contemplar la diversidad lingüística en la que se llevan a cabo; el escenario es polifónico, y podría hacer pifiar la voz única de una autoridad altisonante que opacara las demás voces; sin embargo, existen presencias autoritarias más audibles cuyos sentidos subordinan la producción de grupos subalternos.
            En ciertos campos semánticos, la conjunción poder económico, una determinada lengua, y la capacidad de agencia constituyen una nueva fuerza que aparece no sólo colonizando los otros sentidos sino como autoridad colonial de hecho.
            La dicotomía castellano/guaraní, en su relación diglósica, cobra otros matices frente a la presencia del portugués principalmente, y en menor medida frente a algunas lenguas indígenas y diversas lenguas de las colectividades de inmigrantes en el Alto Paraná.
            El portugués como lengua del coloniaje disloca los sentidos y consolida una ideología que se halla implícita no necesariamente en la lengua sino en el modo de hacer y estar de una Mayoría de sus hablantes –mayoría no en el sentido de cantidad sino en señal de su fuerza autoritaria-; en el habla cotidiana las señales de esta dislocación ofrecen oportunidades creativas –porque siempre ha habido mezclas, y la idea de “pureza”, de identidad previa impoluta es un constructo muy fácil de desestabilizar-, pero también construye relaciones subordinantes y hace que el hueco del hogar elegido sea habitable sólo de una manera, excluyendo otros modos de estar en el lugar.
            ¿Calificarlos como mejores o peores? ¿Cómo puede la tierra no ser suficiente para modos de hacer “poco productivos” en manos de poca gente y a su vez ser insuficiente para prácticas “altamente productivas” en manos, también, de poca gente?
            Vos creés que la “productividad” no puede ser el único criterio para tener derecho a ser en la tierra, y que “adaptarse” es elegir la posición pasiva de la célula que será muerta por el virus que la corroe.



Célula herida

            Se puede tratar de reubicar aquello que ha sido sacado de sitio, pero no siempre se puede; se abre la huella en la tierra y al tratar de encajar el pie en el hueco que él mismo ha hundido, éste no se acomoda, aparece, de pronto, deformado; el pie de la hermanastra no entra en el zapato, y le cortan el talón, que ya no es pie completo, ya no es el mismo, y derrama sangre por las comisuras del cristal.
            Las intervenciones que actores inscriptos en diversas subjetividades y pertenecientes a distintos grupos sociales llevan a cabo en el espacio que les ha tocado o han elegido vivir, el sentido que asignan y que construyen cada día, tienen una fuerte dimensión política; lo que en política es coyuntural, las dislocaciones que genera un cambio en política, tienen una ingerencia a su vez en lo político. Entendés la política como una de las escenas de lo político en la que se disputan poderes, y que pueden cambiar de un día para otro según la fuerza que tengan las presencias de autoridad en la puja; pero lo que se disloca en el ámbito de lo político, es la herida que no se puede cerrar.
            Pero, ¿y si se cierra? Entonces hay que picar con insistencia, porque el tejido a veces es diestro para regenerarse; y si se desaloja el virus, la cicatriz puede volverse imperceptible. Aunque vos sabés que el silencio del virus no es sólo signo de muerte, porque a veces entra en estado latente, y, por suerte, siempre puede despertar.






BIBLIOGRAFÍA


Hopenhayn, Martín. 2001. “¿Integrarse o subordinarse? Nuevos cruces entre política y cultura”, en Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización. Daniel Mato (comp.). (Buenos Aires: CLACSO).

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