martes, 28 de abril de 2009

Umbral

Salí con los bolsillos llenos de una arena que se fue yendo por un agujero hasta que en los bolsillos no quedaron más que mis dos manos desoladas, solitarias, viudas de dinero, desnudas de plata, sudando su sensualidad irrefrenable. Modelos a escala, semblanzas de Jólligud, nothing's gonna change my world, babe; es tarde, muy tarde, es tarde y no tengo cómo volver a casa, no sé cómo volver porque las palomas asuncenas se llevaron mi rastro de migas de pan y la bruja, mi querida bruja no descuelga el teléfono, trata de colarse por él e incorporarse frente a ese, a esa interlocutora invisible con quien supone que estoy. Está loca. Pero yo también lo estoy, el ciego insomne que transita las calles de Bizancio sin más lazarillo que la fe en que nadie muere cuando está soñando.

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