jueves, 20 de agosto de 2009

UNE EL FUEGO

¡Ahora caigo en la cuenta! Me quito los anteojos y me froto la cara enfebrecida, porque la quiero con cien años de retraso, y el cuerpo entero se me quiere derramar por ahí con hipos que cuesta echar afuera, tanto que me duelen en el pecho; porque sólo en el volumen la tengo.


Me revienta que cada vez que lo hojeo me deshojo como a propósito, suponiendo que va a venir a tocarme la espalda desnuda, desde atrás, en el tiempo. Me revienta que el contacto no sea posible. Me revienta que van a ser las tres y me estoy imponiendo los cafés en un ejercicio que resultará en lo inevitable. Que esté acá y que no esté me revienta.


Y la llamo. A-la nocturna, a-la impaciente, a-la mortuoria que vuela a través del tiempo para ser nexo imposible. Y llama, me llama; la llama, te enciende...


El fuego animal te come, te devora, me araña la cara, deshace tu cuerpo, deshace mi pelo.

Nada sabrán de nuestro ritual, ni de tus gritos, sólo el relato mudo de las cenizas, donde yacerán juntos tu cubierta y mi piel; yo hombre, vos quién sabe. Tu lomo y el mío.




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