jueves, 20 de agosto de 2009

PEREGRINAJE ALEATORIO



Hacer un clic, supongamos, como si se tratara de dar el primer paso, de dar el primer beso, de desvigar la caminata, la puerca caminata. Compartir el lecho sólido de la acera con quién sabe cuántos malholientes viajeres, compartir su impúdico desaseo e irse liberando de a poco de los rituales higiénicos. Hacer un clic, que el clic sea una llave, que abra mil puertas. Ponerse los championes, ponerse los audífonos y peregrinar. Dejar que los beats empiecen a marcar el ritmo de nuestra marcha y entornar los ojos cuando los sintetizadores emulan las sirenas cibernéticas. Caminar, aunque parezca que no se tiene rumbo. Que el nuestro sea un peregrinaje aleatorio, un reconocer y reconocerse apenas que nos empuje al límite de nuestras fronteras: Conocer otros países. Hacer el amor con un desconocido, amarlo por el resto de nuestras vidas. Ea pues, señora y abogada nuestra: La marcha. ¿Que adónde vamos? ¿Que cómo vamos? No, hermano. No, hermana. Que vamos y ya.


Me estoy yendo, ¿oíste? Siempre me estoy yendo.



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