martes, 4 de noviembre de 2008

Muerte de un niño en un incendio forestal

Y no lo vieron escurrirse por la puerta del fondo para buscar quién sabe qué más allá de la roza, donde el verdor parecía arrimarse con taciturna solidaridad hacia la amoníaca muerte. Qué crujientes se le antojaron los muertos, pálidos y ennegrecidos racimos del yuyal quemado. El fuego reposaba con un ojo abierto: El humo se arrastraba escondido a la altura de la tierra, como el respiro de un sapo hibernando.

            Sus pies infantiles vadearon el arroyo, acariciando alguna piedra roma, lastimándose con otra aguda y traicionera. Unos solitarios árboles con sus lianas solitarias y algún solitario pájaro: El llano piquete.

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