De paseo por las casas, es bueno saludar y sentirse en casa. Ella tiene un lunar enorme en uno de los senos, y el sudor hace que le brillen un poco. La limonada también, cubierta de gotitas, y los dos miramos hacia la calle.
Un automóvil pasa y atropella una gallina. Yo hiervo el agua y la desplumamos juntos. Alguien vacía un almohadón viejo de plumas, y nosotros cubrimos el suelo con puñados húmedos de agua y de sangre con un olor ácido.
Cuando tuvo aquella fiebre, yo me metí bajo sus sábanas porque temblaba mucho. Ahora que los dos miramos a la calle, me pregunto si la lluvia no tardará en llegar.
29 de noviembre
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