jueves, 20 de agosto de 2009

PEREGRINAJE ALEATORIO



Hacer un clic, supongamos, como si se tratara de dar el primer paso, de dar el primer beso, de desvigar la caminata, la puerca caminata. Compartir el lecho sólido de la acera con quién sabe cuántos malholientes viajeres, compartir su impúdico desaseo e irse liberando de a poco de los rituales higiénicos. Hacer un clic, que el clic sea una llave, que abra mil puertas. Ponerse los championes, ponerse los audífonos y peregrinar. Dejar que los beats empiecen a marcar el ritmo de nuestra marcha y entornar los ojos cuando los sintetizadores emulan las sirenas cibernéticas. Caminar, aunque parezca que no se tiene rumbo. Que el nuestro sea un peregrinaje aleatorio, un reconocer y reconocerse apenas que nos empuje al límite de nuestras fronteras: Conocer otros países. Hacer el amor con un desconocido, amarlo por el resto de nuestras vidas. Ea pues, señora y abogada nuestra: La marcha. ¿Que adónde vamos? ¿Que cómo vamos? No, hermano. No, hermana. Que vamos y ya.


Me estoy yendo, ¿oíste? Siempre me estoy yendo.



MURALLAS



Hay mucho que decir acerca de las murallas. Su carga ideológica, lo que ha representado a lo largo de la Historia, es decir, la muralla y el aislamiento, la muralla que se cierra en torno a la Ciudad, que decanta lo bueno, lo seguro, la "civilización" de la barbarie, de lo que no es, de la violencia, de lo feo; esta muralla también se cierra hacia afuera, porque es excluyente, tanto socialmente como emocionalmente, como imposición de estatus e imposición de la propia intimidad por encima de la libertad del otro de ser con uno, de la posibilidad de ver y su derecho de ser visto.

27 de julio de 2009

UNE EL FUEGO

¡Ahora caigo en la cuenta! Me quito los anteojos y me froto la cara enfebrecida, porque la quiero con cien años de retraso, y el cuerpo entero se me quiere derramar por ahí con hipos que cuesta echar afuera, tanto que me duelen en el pecho; porque sólo en el volumen la tengo.


Me revienta que cada vez que lo hojeo me deshojo como a propósito, suponiendo que va a venir a tocarme la espalda desnuda, desde atrás, en el tiempo. Me revienta que el contacto no sea posible. Me revienta que van a ser las tres y me estoy imponiendo los cafés en un ejercicio que resultará en lo inevitable. Que esté acá y que no esté me revienta.


Y la llamo. A-la nocturna, a-la impaciente, a-la mortuoria que vuela a través del tiempo para ser nexo imposible. Y llama, me llama; la llama, te enciende...


El fuego animal te come, te devora, me araña la cara, deshace tu cuerpo, deshace mi pelo.

Nada sabrán de nuestro ritual, ni de tus gritos, sólo el relato mudo de las cenizas, donde yacerán juntos tu cubierta y mi piel; yo hombre, vos quién sabe. Tu lomo y el mío.